Tiempo y constancia

El día que mi ahora esposo y yo nos casamos, recibimos de regalo por parte de una familia muy querida para nosotros, una hermosa orquídea. La verdad es que desde que nos mudamos juntos, dos años antes, no habíamos comprado una sola planta, así que esto sería una nueva experiencia para nuestro hogar.

Las primeras semanas, la orquídea seguía tan hermosa como el primer día que la conocí, incluso se abrieron los dos capullos con los que llegó, yo le colocaba agua dos veces por semana y todo seguía tranquilo. El susto llegó cuando las flores empezaron a caer y yo veía que no había nuevos capullos ni indicios de su crecimiento por ningún lugar de la planta.

Mi esposo, muy tranquilo, me dijo que tuviese paciencia y la siguiera cuidando, él estaba seguro que yo lo iba a lograr, incluso me ayudó a buscar sobre los mejores cuidados y la verdad es que por lo que encontramos todo lo que estaba pasando era totalmente normal.

En mi mente, nada era normal estaba totalmente segura, como la mayoría de las veces, que la responsabilidad era mía y le respondí a mi esposo llorando – Ni siquiera puedo cuidar de una planta sin que nada le pase. –

Sí, ya sé que es bastante dramático y todo por una flor, pero todos sabemos que esto iba un poco más allá. Ya tenía poco más de un año de haber dejado mi trabajo «estable» y mi primer emprendimiento no había tenido los mejores resultados gracias a que las circunstancias de la época en que decidí enfocarme en ese determinado sueño no fue la mejor.

La verdad, para mí era otro fracaso más que anotar en la larga lista que llevo en mi mente y con la que lucho todos los días dándome cuenta que sigo siendo demasiado dura conmigo misma, pero hubo algo que me hizo negarme a escribir todavía este particular momento de mi vida; agarré valor y me dije – Esto todavía no se acaba. –

Seguí todos los consejos que leí, le pregunté a mis amigos y familiares que tienen orquídeas y muy decidida apliqué todo lo que pude. Todos los días veía a mi orquídea, a veces triste y otras con la firme convicción de que ella volvería a crecer.

Hasta que un día empezó a germinar nuevos tallos y mi mente recitó muy tranquila -Viste, no era un fracaso después de todo. –

La mañana en que por fin se abrió el primer capullo de mi orquídea, sentí como si hubiese mandado un cohete a la luna yo solita y lo traje de vuelta a la tierra. De nuevo un poco exagerado, lo sé, pero así se sintió mu mente, cuerpo y espíritu.

Cuando emocionada le conté a mi esposo que si lo había logrado, el otra vez con su sonrisa muy tranquilo me dice que ya sabía que lo haría y que el único problema había sido que yo no me había creído capaz. Como la mayoría de las veces (por no decir todas) tenía razón.

Este regalo me enseñó una lección muy valiosa, todo toma su tiempo, aunque creamos que ya hicimos todo lo que estaba en nuestras manos, quizás ahora sea cuestión de seguir, como las hormigas trabajando poco a poco para ver los más espectaculares resultados.

Así como el clima, puede llegar a ser nuestra mente, unos días soleados, seguros; otros nublados, tristes. Lo importante es haber plantado unas raíces fuertes para nuestras ideas, nuestra constancia es la clave para que esos sueños crezcan, germinen y podamos disfrutar los resultados, mientras tanto también podríamos aprender a disfrutar de cada paso del proceso.

6 comentarios sobre “Tiempo y constancia

  1. Hola Mi Flacura! Al fin tuve tiempo para leer con calma tu blog. Me Encanta!!! y me acabo de subscribir.
    Escribes muy bien y estoy impresionado de la calidad y cantidad del material en tan poco tiempo. No puedo sino admirarte por tu madurez y como has aprendido de los aciertos y desaciertos en tu vida.
    TQM

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  2. Nenita linda, qué bonitos tus escritos… y así es, somos como orquídeas, no siempre florecemos, pero vaya que nos alegramos cuando esto sucede… Adelante siempre!!! Te quiero mucho!!

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